Hoy se instaló en el comentario colectivo la vergonzosa situación ocurrida en la parroquia san Francisco de Sales en Vitacura, en donde el párroco Marcelo Gálvez expulsó del lugar a una mujer por vestir minifalda.
El hecho no deja de ser particularmente llamativo.
Primero porque ocurre en una parroquia ubicada en un sector “acomodado” de Santiago, en donde los asistentes habituales afirman ver mujeres vestidas de forma similar en cada misa y ninguna de ellas ha sido reprendida ni expulsada.
La mujer en cuestión no pertenece a ese círculo parroquial habitual, por lo que podríamos pensar en discriminación, lo que es impresentable para un guía espiritual y representante de un credo.
Además, en la difícil situación que vive actualmente la iglesia católica y su relación con los fieles, este hecho afecta negativamente en el intento por acercar y llamar a nuevos participantes.
¿Es esta la imagen acogedora que pretende entregar la iglesia católica?
No obstante lo anterior, el punto más grave en este acontecimiento es la respuesta del cura involucrado, donde justifica sus acciones bajo el amparo de que no es forma de vestir para entrar en la casa del Señor y agrega, 'soy un ser humano y también se me van los ojos'.
Por qué esta declaración es la más extrema, porque según sus dichos bien podría justificar conductas aberrantes como los abusos sexuales a menores, lo que me parece gravísimo y fuera de toda lógica. Después de todo, no es culpa del pobre cura si el niño andaba frente a él tentando a sus retorcidos instintos.
No sé cuál es el conducto regular de la iglesia frente a este tipo de situaciones, pero creo que deben dar una clara muestra de que este suceso no representa lo que la iglesia católica es, ni lo que quiere ser.
Este es el momento de sentar precedente y caminar hacia un mejor futuro, sólo espero estar apropiadamente vestido para la ocasión.
El hecho no deja de ser particularmente llamativo.
Primero porque ocurre en una parroquia ubicada en un sector “acomodado” de Santiago, en donde los asistentes habituales afirman ver mujeres vestidas de forma similar en cada misa y ninguna de ellas ha sido reprendida ni expulsada.
La mujer en cuestión no pertenece a ese círculo parroquial habitual, por lo que podríamos pensar en discriminación, lo que es impresentable para un guía espiritual y representante de un credo.
Además, en la difícil situación que vive actualmente la iglesia católica y su relación con los fieles, este hecho afecta negativamente en el intento por acercar y llamar a nuevos participantes.
¿Es esta la imagen acogedora que pretende entregar la iglesia católica?
No obstante lo anterior, el punto más grave en este acontecimiento es la respuesta del cura involucrado, donde justifica sus acciones bajo el amparo de que no es forma de vestir para entrar en la casa del Señor y agrega, 'soy un ser humano y también se me van los ojos'.
Por qué esta declaración es la más extrema, porque según sus dichos bien podría justificar conductas aberrantes como los abusos sexuales a menores, lo que me parece gravísimo y fuera de toda lógica. Después de todo, no es culpa del pobre cura si el niño andaba frente a él tentando a sus retorcidos instintos.
No sé cuál es el conducto regular de la iglesia frente a este tipo de situaciones, pero creo que deben dar una clara muestra de que este suceso no representa lo que la iglesia católica es, ni lo que quiere ser.
Este es el momento de sentar precedente y caminar hacia un mejor futuro, sólo espero estar apropiadamente vestido para la ocasión.